sábado, 16 de marzo de 2013

Francisco: el peregrino de la humildad


Apenas comienza su Pontificado, sobresalen algunas cualidades de su Santidad Francisco: austeridad, humildad, convicciones firmes, su opción por los pobres y marginados, su gusto por las obras de misericordia; su devoción por Nuestra Señora.
Se presentó como Obispo de Roma cuando saludó por primera vez, subrayando la idea "primus inter pares".
Y dijo también "se fueron a buscar un obispo a los confines del mundo".
Es un peregrino que goza de la simpatía de la Iglesia peregrina. Pero...pero como no podía ser de otra manera, y salvando las distancias, le está ocurriendo lo mismo que al Señor Jesús: saquen sus conclusiones:

"Jesús nos ha advertido muchas veces que debemos ser personas de fe, y que la fe es la llave que abre todos los tesoros de su Corazón.

En el Evangelio nos va a decir lo mismo, pero de una manera del todo inesperada. Diríamos que lo va a hacer presentándonos un cuadro a contra luz.

Quiere llevar el mensaje de la salvación a un puesto muy querido --¡y tan querido, como es su pueblo de Nazaret!--, pero la incredulidad de sus paisanos va a cerrar todas las puertas a la generosidad de ese su Corazón, tan delicado y sensible.

Jesús llegó a Nazaret acompañado de sus discípulos. El carpintero de antes, el trabajador de los campos, el muchacho bueno y amigo de todos, viene ahora como una persona importante, pues su enseñanza, sus milagros, su fama por toda Palestina hacen de Él un personaje fuera de serie. Jesús, sin embargo, sigue tan humilde y sencillo como antes.

Al llegar el sábado se presenta en la sinagoga como lo había hecho siempre. Aunque ahora lo hace no para escuchar, sino para tomar la palabra y enseñar. Y lo hace tan bien, con tanta gracia y sabiduría, que todos se quedan pasmados.

Vienen entonces los comentarios obligados.
Para unos, este Jesús es algo extraordinario:
- ¿De dónde tanto conocimiento? ¡Pero, cómo domina la Escritura! Y esos milagros que dicen ha hecho en Cafarnaúm y en otras partes... Dios está seguramente con Él.

Otros, sin embargo, se escandalizan y siembran la cizaña entre el auditorio:
- Pero, ¿no es éste el carpintero, el hijo de María? ¿Y no están entre nosotros todos sus parientes? ¿Cómo le vamos a hacer caso?

Jesús se ve aquí como un signo de contradicción. Unos que sí, otros que no... Y con cara triste les asegura a sus paisanos:
- Un profeta no es despreciado sino en su patria, entre sus parientes y en su propia casa.

Así y todo, aún se dignó imponer la mano sobre algunos enfermos y curarlos, porque el corazón amaba siempre. Pero también manifestó sus sentimientos íntimos:
- Me maravilla vuestra incredulidad. Quisiera haberos ayudado más, pero no puedo ante vuestra falta de fe...

Y no tuvo Jesús más remedio que asumir semejante fracaso y marcharse a predicar por los otros pueblos y aldeas.

Al leer este pasaje del Evangelio nos topamos con el problema de la incredulidad y del rechazo de Dios, que es un pecado tan frecuentemente denunciado en la Biblia". 


¡Quiera Dios que los argentinos sepamos discernir entre la "argentinidad" del Papa Francisco y su prédica espiritual y universal! 
Quiera Dios iluminar nuestro camino de peregrinos a través de éste su nuevo servidor: "Siervo de los siervos de Dios".

lunes, 11 de marzo de 2013

Los peregrinos de la púrpura


Desde hoy, martes 12 de marzo de 2013, la peregrinación de los cristianos, solidarios con los Cardenales Electores, pasa por la capilla Palatina, mejor conocida como Sixtina.


De entre aquellos peregrinos surgirá la mano que empuñará el timón de la barca: no deberá temblar para navegar mar adentro.

Hagamos nuestro el antiguo himno "Veni creator spiritus" y espiritualmente, marchemos unidos con alegría , fe y esperanza.

Después de todo, ya fuimos advertidos: "Y sabed que YO estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,16-20)

martes, 5 de marzo de 2013

Un Peregrino más

Luego de que el Santo Padre renunciara al ministerio petrino, dijo claramente: "ahora soy un peregrino más".
Querido Papa Emérito: no eres un peregrino cualquiera.
Aunque hayas tomado un recodo del camino y no te veamos más caminar delante nuestro hacia la Tierra de los Vivientes; aunque extrañemos enormemente tu figura frágil y tu voluntad de hierro, no, no lo eres.
Aunque ya no tengamos la oportunidad de orientarnos mediante tu discernimiento de teólogo eminente, y ya no experimentemos la cotidiana humildad que trasuntaban todos los actos de tu pontificado, nos queda la luz que proyecta la lámpara de tus escritos, de tus discursos, de tus inspirados libros acerca de Nuestro Señor Jesucristo.
Y por cierto, desde el resto de tu terrena peregrinación, nos queda el recurso poderoso de tu oración constante por la Iglesia, haciendo crecer el Reino de Dios entre nosotros.
Adiós, peregrino: llevas intacta en esta etapa final de tu camino tu nombre,  tu honra y tu esperanza.
Sin duda al término de tu peregrinar te espera nuestra Madre para conducirte a los pies del Señor y entregarte la eterna corona de los justos.