sábado, 30 de octubre de 2010

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente:

¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios? Salmo 42,2.3.5.


He tomado prestado para este post parte del artículo escrito por monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, ante la inminencia de la celebración de los fieles difuntos.
* * *
Nosotros celebramos el cumpleaños el día de nuestro nacimiento. La Iglesia, en cambio, procede de otro modo. Para ella, "el día del nacimiento" de sus hijos -el dies natalis- es el día de la muerte. Eso explica que cuando declara que alguno de ellos es santo, fija su celebración el día de su muerte, no el de su nacimiento.
Este modo de proceder no es una rareza ni un afán de singularizarse, sino que responde a la idea que ella tiene de la muerte. La Iglesia es consciente de que el hombre, como todos los seres vivos de la tierra, cambia con el paso de los años, envejece y, al final, siente en su carne la muerte corporal. Pero ella, a diferencia de quienes tienen una concepción materialista del mundo y del hombre, profesa que la muerte no es el final del hombre sino el final de su etapa terrena y de su peregrinación por este mundo. Es el final del caminar terreno pero no el final de nosotros mismos, de nuestro ser: nuestra alma es inmortal y nuestro cuerpo está llamado a la resurrección al final de los tiempos.
La concepción que la Iglesia tiene de la muerte es, pues, profundamente esperanzada. Me atrevería a decir que es incluso gozosa. Ella no ve en la muerte una tragedia que nos destruye y sepulta en el reino de la nada, sino la puerta que nos abre a una nueva vida; vida que no tendrá fin. Por eso, el máximo enigma de la vida humana, que es la muerte, queda iluminado con la certeza de una eternidad con Dios.
Agrego: por eso exclamó el Apóstol San Pablo: “Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” Flp, 1,18-26

Esta idea de la vida y de la muerte del hombre es una fuente inagotable de consuelo. Una esposa o una madre, por ejemplo, dicen a su cónyuge o a su hijo mas que "adiós", "hasta luego" o "hasta pronto", sabedores de que un día volverán a encontrarse. El ramo de flores que depositamos en la tumba de nuestros antepasados, expresa nuestro convencimiento de que ellos perviven y de que nosotros nos sentimos unidos a ellos con vínculos realísimos. Lo mismo ocurre con el diálogo que tantas veces mantenemos con ellos: no es un sentimentalismo vano, sino que responde a una realidad muy profunda.

Agrego: Esto suponiendo que peregrinaron luchando “el buen combate” 2 Tim,4,7
La comunión de vida, afectos y creencias que hemos mantenido en la vida, no se destruyen sino que se subliman; por eso, rezamos por nuestros difuntos y por eso rezamos a nuestros difuntos. Esta comunión es particularmente intensa en la celebración de la Eucaristía, pues en ella nos unimos con vínculos especiales todos los que somos miembros de Cristo, con independencia de que peregrinemos todavía en este mundo o hayan llegado ya al final y se purifiquen o gocen de la visión de Dios.

Agrego: este es el sentido de la celebración de Todos los Santos (no Halloween), y la de los Fieles Difuntos, al día siguiente.
La muerte no es nunca una comedia. Menos todavía, una tragicomedia. Para quienes creemos en Jesucristo, es una puerta de fe y esperanza que nos introduce en el encuentro definitivo con él y con todos los que hemos estado unidos aquí abajo. Sólo por esto vale la pena ser cristiano.

Agrego: todo lo demás que se ve en el mundo, es pura hipocresía y manipulación de los que quedan, vean sino lo que dice el Apóstol en la misma epístola a Timoteo mencionada anteriormente:

La impiedad de los últimos tiempos:

3:1 Quiero que sepas que en los últimos tiempos sobrevendrán momentos difíciles.
3:2 Porque los hombres serán egoístas, amigos del dinero, jactanciosos, soberbios, difamadores, rebeldes con sus padres, desagradecidos, impíos,
3:3 incapaces de amar, implacables, calumniadores, desenfrenados, crueles, enemigos del bien,
3:4 traidores, aventureros, obcecados, más amantes de los placeres que de Dios;
3:5 y aunque harán ostentación de piedad, carecerán realmente de ella. ¡Apártate de esa gente!
3:6 Así son los que se introducen en los hogares, seduciendo a mujeres frívolas y llenas de pecados, que se dejan arrastrar por toda clase de pasiones,
3:7 esas que siempre están aprendiendo, pero nunca llegan a conocer la verdad.
3:8 Así como Janés y Jambrés se opusieron a Moisés, ellos también se opondrán a la verdad: son hombres de mentalidad corrompida, descalificados en lo que refiere a la fe.
3:9 Pero no irán lejos, porque su insensatez se pondrá de manifiesto como la de aquellos.

lunes, 18 de octubre de 2010

Cor ad cor loquitur (II)

En el post anterior escribía sobre la importancia de saber hacer silencio y escuchar al corazón.
El corazón habla al corazón, he ahí una guía hacia el Maestro.
Muchas personas sienten una gran devoción por el Sagrado Corazón de Jesús.
Sin embargo, no se llega a él tan fácilmente. No es cuestión de novenas, aunque ellas no vengan mal, sino de una cantidad de elementos, de una conjunción de los mismos, entre los que se destaca la Fe.
A veces, a un pobre peregrino como yo, nunca le sobra la Fe.
Lo que equivale a decir que en todo caso, le falta, como le faltó hasta al mismísimo San Pedro.
Para aquellos que somos pobres y flacos en cualidades sobrenaturales, Nuestro Señor Jesús nos ha dejado un camino alternativo para llegar a Él.
Es el Corazón Inmaculado de María, nuestra madre.
Para entender esto puede ser suficiente una breve indicación: "Corazón" significa en el leguaje bíblico el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona humana encuentra su unidad y su orientación interior.
El "corazón inmaculado" ( o puro, como se traduce en Mateo 5,8) es un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior, y por lo tanto "ve a Dios".
La devoción al Corazón Inmaculado de María, es pues, un acercarse a esa actitud del corazón de Nuestra Señora, en la cual el "fiat voluntas tua" -hágase Tu voluntad- se convierte en el centro animador de toda la existencia.
Este Corazón Inmaculado es una brújula certera; un imán hacia el camino, una mano que toma la nuestra y nunca nos abandona, invocación mediante, pues el Maligno no tiene poder sobre ella,
Y si alguno objetara que no debemos interponer a un ser humano entre nosotros y Cristo, se le podría responder con una muy alta teología acerca de quien es la Reina del Cielo, pero a un peregrino pobre y solitario, le basta contestar aquella objeción con esta pregunta: ¿De quien podremos nosotros aprender mejor en cualquier tiempo sino de la Madre del Señor?
Ya tenemos su promesa: "Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará".

sábado, 16 de octubre de 2010

En la niebla: cor ad cor loquitur


"El corazón habla al corazón", este fue el lema del cardenal Newman, quien utilizó con inteligencia la razón para entender a fondo lo que la fe propone; sin embargo, como hombre santo que también era, él se dio cuenta de que sólo con el corazón se puede captar la verdad profunda de Dios y del hombre.
Muchas veces en el camino del peregrino, se levanta una niebla espesa, que no deja ver el camino, ni a los costados; ni siquiera el sendero recorrido.¡Tan distinto que el camino cuya foto adorna este blog! Enigmático, con una curva que no nos deja ver hacia dónde se dirige, pero claro en la visión.
Perdido en la niebla, acuden a mi memoria algunos dichos recogidos por ahí, en años de marcha: “Quise buscar rumbo...y me perdí” (de Don Ata) ¡qué fácil es extraviarse y perder todo lo que hemos avanzado! O pensar, engañados, que estamos atravesando el opus nigrum de los alquimistas verdaderos.
O al menos eso es lo que el Adversario, ese que se esconde artero en la niebla, quiere hacernos creer cuando desesperamos. Toda nuestra aparente pérdida, aún de orientación, es ganancia para el enemigo, el acusador, el padre de la mentira, la serpe antigua.
Cuando los ojos no ven, cuando calla el entendimiento, cuando perdemos el señorío de nosotros mismos en la niebla del camino, ese es el momento de hacer silencio y escuchar al corazón.
Santa Margarita María Alacoque, cuya fiesta se celebró hoy, 16 de octubre, lo supo por una gracia especial: fue el mismo corazón sacratísimo de Jesús quien le habló a su pequeño corazón. Pero no todo fueron rosas, por supuesto.
De novicia no podía aprender a hacer oración, aun cuando acudía con frecuencia ante el Santísimo Sacramento - notó su superiora - para ponerse en su presencia “como se extiende un lienzo ante el pintor”.
Y he aquí que, el 27 de diciembre de 1673, daba comienzo el descubrimiento espiritual que formaría el núcleo de su vida. Luego, el 16 de junio de 1675, Jesús le mostraría a Margarita María su Corazón, “este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no recibe a cambio sino ingratitud”.
Aún en medio de la niebla, desorientados, es necesario hacer silencio, parar por unos segundos la marcha y encontrar muy dentro nuestro “aquello que es más interior a nosotros que nosotros mismos”: el mismo pensamiento creador que nos sostiene en la existencia.
Luego, recordar: “Confía en el Señor y practica el bien; habita en la tierra y vive tranquilo: que el Señor sea tu único deleite, y él colmará los deseos de tu corazón” (Salmo 37)


 

domingo, 10 de octubre de 2010

¡Levántate de la mesa con apetito!

Cuando al Siddharta de Herman Hesse le preguntaban qué sabía hacer, él contestaba:
-Yo sé ayunar, sé meditar y sé esperar.
Cualidades útiles para cualquier peregrino, aún para el príncipe Gautama, quien no sabía hacia dónde se encaminaba.
Desde el punto de vista de un peregrino cristiano, existe numerosa literatura sobre el ayuno, así como de la meditación, oración, y por cierto de la virtud de la Esperanza.
¿Qué podría agregar yo, desde mi propio camino, caminado a medias?
¡Cuántas veces me he caído, arrastrado, levantado o corrido por este mi sendero!
Hablemos del ayuno.
Mi abuelo, que se decía ateo y era un buen señor (como el anarquista descripto por Conrado Nalé Roxlo) siempre me decía: “debes levantarte de la mesa con apetito”.
Mi abuelo hasta el final de sus días fue Señor de su cuerpo. A su manera sencilla, de basko viejo, ya cuando las piernas no le respondían bien, tomaba una varita y las castigaba, como si estas fueran un animal obstinado, diferente de él mismo, de su unidad cuerpo-alma.
“Piernas de porquería, me llevarán a donde yo quiero” exclamaba, porfiado.
Es por eso que para mí, el concepto de ayuno, de privación voluntaria, estuvo asociado tempranamente con el Señorío de uno mismo, más que con la mortificación cristiana, concepto adquirido mucho después.
Creo que un concepto no se contrapone con el otro, pues solamente se es libre en el camino, cuando uno puede dejar todo atrás.
A veces les pregunto a mis alumnos:
-si tuvieran que partir esta noche sin llevar nada: ¿podrían hacerlo?
¿No?, Claro, pues tienen afectos, obligaciones, empleos, posesiones.
Es comprensible no poder hacerlo.
Pero entonces -retruco: ustedes no son libres.
El ayuno provee la condición esencial para ser libre. Pero también nos abaja, nos convierte a la humildad, pues pronto descubre uno que nada de lo que creemos poseer es nuestro, y lo que es más: se descubre que en el camino nada hay permanente. Hoy tienes, mañana no. Si tienes en abundancia, levántate de tu mesa con apetito.
En realidad para ser un buen peregrino, el único deseo que debes -y puedes- permitirte siempre es el del pan del camino, la Eucaristía.
Por eso, para peregrinar, le basta a cada día su propio afán. Allí se encuentra el ideal del Salmo 37:
“Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra”

domingo, 3 de octubre de 2010

Peregrinación y Prueba

Hoy, 3 de octubre, se ha realizado la peregrinación anual de la Arquidiócesis de Buenos Aires hasta el santuario de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina, distante unos 50 kilómetros.
Más de un millón de personas lo ha hecho a pie, como todos los años.

Un rebaño, una grey impresionante de cientos de cuadras abigarradas, de personas que van a pedir, a dar gracias, a ver a su Madre. Tienen al Buen Pastor y un Soplo los acompaña: el Espíritu Santo.
Por supuesto que entre tantas personas los hay de todo tipo y devoción. Fe sociológica; auténtica piedad, igualmente para todo peregrino, la meta es lo trascendente, lo inexplicable en términos puramente humanos. Se mueven hacia una meta que no comprenden muy bien, pero a la cual es necesario llegar. Es el encontrar el non plus ultra de toda persona. Esto sólo hace valer el cansancio y las llagas de cualquiera de ellos. Quizás alguno recuerde a Vito Dumas, quien escribió: “debo avanzar; debo avanzar siempre”.

Janus Coeli. Al cielo por María, ella cobija y protege a la Nación de extravíos y tiempos adversos como el presente. Argentina Católica. Reserva del mundo. Finis terrae.

Como pone muy bien el título de este blog, yo también soy un Peregrino. Pero podría decirse que lo soy en solitario, y que peregrino diariamente, no una vez por año.
La meta resulta ser la misma, pero distinta. Yo viajo conscientemente hacia la Morada de los Vivientes, adonde me aguarda el REY. Él es un Dios de Vivos, como lo dejó muy claro, no de muertos. Tengo presente que para arribar a mi destino, debo pasar por oscuras quebradas, y aceptar un tránsito sombrío que todos quieren evitar o al menos dilatar: la muerte.
Llevo en mi alforja un alimento diario: la eucaristía. Y en forma paradojal, es este alimento diario el que además de darme un sustento espiritual y físico, me permite estar unido a toda la Iglesia peregrina. Es así que aún desde mi vocación de solitario, que puedo exclamar: todo hombre es mi hermano (S.S. Pablo VI , 1971).

Hermanos que han marchado a Luján: sepan que en este tiempo de leyes contrarias al Derecho Natural, de asesinatos de Santos Inocentes sin castigo, y demolición gramsciana de la cultura y valores, su esfuerzo, y sobre todo su anhelo no se verán defraudados.

La Argentina será fiel a su estirpe y a su legado, y bajo el manto de María será preservada, por los méritos de Nuestro Señor y de la sangre inocente que corre ya como en un riego, una aspersión misteriosa y profunda.

Argentina: ¡canta y camina! Está llegando la hora de la Prueba: acéptala con alegría.