El mensaje gráfico y multimedia de la compañía Coca Coca para esta Navidad es:“Unidos hacemos la magia realidad”.
Mucho se ha dicho y escrito sobre el aprovechamiento de las fiestas cristianas para hacer de ellas nada más que una época del año en las que se alienta de manera particular el consumismo.
Debido a eso, muchos niños de hoy viven y experimentan la Navidad como la venida de un mítico viejo gordo que trae regalos, y no saben que en realidad lo que se conmemora y festeja es la Encarnación del Verbo, o dicho sencillamente, el nacimiento de Jesús Nuestro Señor.
Hace poco, Monseñor Fabriciano Sigampa, Arzobispo de Resistencia, hizo rasgar las vestiduras de muchos comerciantes y no pocos padres, a través de los medios, pues dijo que a los niños había que decirles sin ambages que los regalos que reciben se los compran sus padres con el esfuerzo de su trabajo.
Es un hecho que el auge del Santa Claus, modelo americano (hay otros), se debe a la empresa de refrescos que más vende en el mundo.
En el siglo XX, la empresa Coca-Cola encargó al pintor Habdon Sundblom que remodelara la figura de Santa Claus/Papá Noel para hacerlo más humano y creíble. Esta versión data de 1931.
En este punto, sin embargo hay que aclarar que quizás sea solamente una leyenda urbana la creencia de que el color rojo y blanco de Santa Claus tenga su origen en los anuncios que la marca Coca-Cola empezó a hacer a partir de 1931, aunque sí es cierto que contribuyeron masivamente a la popularización de estos colores y del mito mismo.
Hay muchas ilustraciones y descripciones anteriores al anuncio como la de Thomas Nast (1869) o St. Nicholas Magazine (1926), entre otras; eso sin considerar además las antiguas representaciones religiosas del obispo San Nicolás de Mira ó San Nicolás de Bari, en las que es común el color rojo y blanco de la vestimenta religiosa, si bien es cierto que desde mediados de 1800 hasta principios de 1900 no hubo una asignación concreta al color de Santa Claus, siendo el verde uno de los más usados.
Por lo tanto, se considera que la campaña masiva de Coca-Cola fue una de las principales razones por las cuales Santa Claus terminó vestído de color rojo y blanco, casualmente los colores institucionales de la compañía.
De todo lo antedicho lo más preocupante es, evidentemente, la desaparición de la Navidad cristiana, a la cual, una vez más Coca Cola, ha dado una vuelta de tuerca, ha señalado una dirección que en Estados Unidos ha prendido fuertemente.
Me refiero al concepto que contiene el slogan expuesto al principio: magia.
Para la vuelta al paganismo, nada mejor que la Navidad sea mágica.
Según este esquema, este es un tiempo feérico, no de redención. Es decir, como lo dice la RAE, perteneciente a las hadas.
Las personas con buenos sentimientos, o bien aquellos que cultivan -cándidamente- la nostalgia de la niñez, piensan que las hadas son buenas, aunque por supuesto, estas oficialmente no existen.
Pero las hadas, como otros muchos seres míticos, representan la cara del mundo que no vemos, cuyo príncipe, el gobernante del planeta tierra es Satanás. Esto sí es parte de lo que es. Aunque no se vea con los ojos profanos.
De allí la conexión directa entre la negación y ocultamiento en la Natividad. Pues Aquel niño nació para juzgarlo y redimir a los hombres de su yugo.
Me atrevo a asegurar que en los próximos años, la gente seguramente brindará por la “magia” de las Navidades, un tiempo donde todo es posible.
Pero también estoy cierto que llegará otro tiempo, el de la cosecha, donde sólo reirán los que no hayan negado el dulce nombre de Jesús.
Para esta Natividad de Nuestro Señor Jesucristo del 2010 deseo terminar este post con la frase de Juan, más verdadera aún ahora por el hecho de ser ocultada sistemáticamente:
Verbum caro factum est,
et habitavit in nobis
El Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros. Jn 1,14
Este es el tiempo que hizo el Señor. ¡Alegrémonos todos en Él! ¡Aleluya!