http://filialsuplicapapa.org/
Beatísimo Padre,
En vista del
Sínodo sobre la familia de octubre de 2015, nos dirigimos filialmente a V.S.
para manifestarle nuestras aprensiones y esperanzas sobre el futuro de la
familia.
Nuestras aprensiones
se deben a que, desde hace décadas, asistimos a una revolución sexual promovida
por una alianza de poderosas organizaciones, fuerzas políticas y medios de
comunicación, que atenta paso a paso contra la existencia misma de la familia
como célula básica de la sociedad. Desde la llamada Revolución del 68 padecemos
una imposición gradual y sistemática de costumbres morales contrarias a la ley
natural y divina, tan implacable que hace hoy posible, por ejemplo, que se
enseñe en muchos lugares la aberrante “ideología del género” aún en la tierna
infancia.
Ante ese
oscuro designio ideológico, la enseñanza católica sobre el Sexto Mandamiento de
la Ley de Dios es como una antorcha encendida que atrae numerosas personas -
agobiadas por la propaganda hedonista - al modelo casto y fecundo de familia
predicado por el Evangelio y conforme al orden natural.
Santidad, a
raíz de las informaciones difundidas por ocasión del pasado Sínodo, constatamos
con dolor que, para millones de fieles, la luz de esa antorcha pareció vacilar
por causa de los vientos malsanos de estilos de vida propagados por lobbies
anticristianos. En efecto, constatamos una generalizada desorientación causada
por la eventualidad de que en el seno de la Iglesia se haya abierto una brecha
que permita la aceptación del adulterio – mediante la admisión a la Eucaristía
de parejas divorciadas vueltas a casar civilmente – e, incluso, una virtual
aceptación de las propias uniones homosexuales, prácticas éstas categóricamente
condenadas como contrarias a la ley divina y natural.
De esta
desorientación brota paradójicamente nuestra esperanza.
Sí, pues en
esta situación una esclarecedora palabra vuestra será la única vía para superar
la creciente confusión entre los fieles. Ella impediría que se relativice la
misma enseñanza de Jesucristo y disiparía las tinieblas que se proyectan sobre
el futuro de nuestros hijos, si esa antorcha dejase de iluminarles el camino.
Esta
palabra, Santo Padre, os la imploramos con corazón devoto por todo lo que sois
y representáis, seguros que ella jamás podrá disociar la práctica pastoral de
la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios, porque esto sólo aumentaría
la confusión. Jesús nos ha enseñado, en efecto, con toda claridad la coherencia
que debe existir entre la verdad y la vida (cfr. Jn 14, 6-7) así como nos ha
advertido que el único modo de no sucumbir es poniendo en práctica su doctrina
(cfr. Mt 7, 24-27).
Al pedirle
la Bendición Apostólica, le aseguramos nuestras oraciones a la Sagrada Familia
- Jesús, María y José - para que ilumine a S.S. en esta circunstancia tan
trascendental.
Beatísimo Padre,
En
vista del Sínodo sobre la familia de octubre de 2015, nos dirigimos
filialmente a V.S. para manifestarle nuestras aprensiones y esperanzas
sobre el futuro de la familia.
Nuestras
aprensiones se deben a que, desde hace décadas, asistimos a una
revolución sexual promovida por una alianza de poderosas organizaciones,
fuerzas políticas y medios de comunicación, que atenta paso a paso
contra la existencia misma de la familia como célula básica de la
sociedad. Desde la llamada Revolución del 68 padecemos una imposición
gradual y sistemática de costumbres morales contrarias a la ley natural y
divina, tan implacable que hace hoy posible, por ejemplo, que se enseñe
en muchos lugares la aberrante “ideología del género” aún en la tierna
infancia.
Ante
ese oscuro designio ideológico, la enseñanza católica sobre el Sexto
Mandamiento de la Ley de Dios es como una antorcha encendida que atrae
numerosas personas - agobiadas por la propaganda hedonista - al modelo
casto y fecundo de familia predicado por el Evangelio y conforme al
orden natural.
Santidad,
a raíz de las informaciones difundidas por ocasión del pasado Sínodo,
constatamos con dolor que, para millones de fieles, la luz de esa
antorcha pareció vacilar por causa de los vientos malsanos de estilos de
vida propagados por lobbies anticristianos. En efecto, constatamos una
generalizada desorientación causada por la eventualidad de que en el
seno de la Iglesia se haya abierto una brecha que permita la aceptación
del adulterio – mediante la admisión a la Eucaristía de parejas
divorciadas vueltas a casar civilmente – e, incluso, una virtual
aceptación de las propias uniones homosexuales, prácticas éstas
categóricamente condenadas como contrarias a la ley divina y natural.
De esta desorientación brota paradójicamente nuestra esperanza.
Sí,
pues en esta situación una esclarecedora palabra vuestra será la única
vía para superar la creciente confusión entre los fieles. Ella impediría
que se relativice la misma enseñanza de Jesucristo y disiparía las
tinieblas que se proyectan sobre el futuro de nuestros hijos, si esa
antorcha dejase de iluminarles el camino.
Esta
palabra, Santo Padre, os la imploramos con corazón devoto por todo lo
que sois y representáis, seguros que ella jamás podrá disociar la
práctica pastoral de la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios,
porque esto sólo aumentaría la confusión. Jesús nos ha enseñado, en
efecto, con toda claridad la coherencia que debe existir entre la verdad
y la vida (cfr. Jn 14, 6-7) así como nos ha advertido que el único modo
de no sucumbir es poniendo en práctica su doctrina (cfr. Mt 7, 24-27).
Al
pedirle la Bendición Apostólica, le aseguramos nuestras oraciones a la
Sagrada Familia - Jesús, María y José - para que ilumine a S.S. en esta
circunstancia tan trascendental.
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Beatísimo Padre,
En
vista del Sínodo sobre la familia de octubre de 2015, nos dirigimos
filialmente a V.S. para manifestarle nuestras aprensiones y esperanzas
sobre el futuro de la familia.
Nuestras
aprensiones se deben a que, desde hace décadas, asistimos a una
revolución sexual promovida por una alianza de poderosas organizaciones,
fuerzas políticas y medios de comunicación, que atenta paso a paso
contra la existencia misma de la familia como célula básica de la
sociedad. Desde la llamada Revolución del 68 padecemos una imposición
gradual y sistemática de costumbres morales contrarias a la ley natural y
divina, tan implacable que hace hoy posible, por ejemplo, que se enseñe
en muchos lugares la aberrante “ideología del género” aún en la tierna
infancia.
Ante
ese oscuro designio ideológico, la enseñanza católica sobre el Sexto
Mandamiento de la Ley de Dios es como una antorcha encendida que atrae
numerosas personas - agobiadas por la propaganda hedonista - al modelo
casto y fecundo de familia predicado por el Evangelio y conforme al
orden natural.
Santidad,
a raíz de las informaciones difundidas por ocasión del pasado Sínodo,
constatamos con dolor que, para millones de fieles, la luz de esa
antorcha pareció vacilar por causa de los vientos malsanos de estilos de
vida propagados por lobbies anticristianos. En efecto, constatamos una
generalizada desorientación causada por la eventualidad de que en el
seno de la Iglesia se haya abierto una brecha que permita la aceptación
del adulterio – mediante la admisión a la Eucaristía de parejas
divorciadas vueltas a casar civilmente – e, incluso, una virtual
aceptación de las propias uniones homosexuales, prácticas éstas
categóricamente condenadas como contrarias a la ley divina y natural.
De esta desorientación brota paradójicamente nuestra esperanza.
Sí,
pues en esta situación una esclarecedora palabra vuestra será la única
vía para superar la creciente confusión entre los fieles. Ella impediría
que se relativice la misma enseñanza de Jesucristo y disiparía las
tinieblas que se proyectan sobre el futuro de nuestros hijos, si esa
antorcha dejase de iluminarles el camino.
Esta
palabra, Santo Padre, os la imploramos con corazón devoto por todo lo
que sois y representáis, seguros que ella jamás podrá disociar la
práctica pastoral de la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios,
porque esto sólo aumentaría la confusión. Jesús nos ha enseñado, en
efecto, con toda claridad la coherencia que debe existir entre la verdad
y la vida (cfr. Jn 14, 6-7) así como nos ha advertido que el único modo
de no sucumbir es poniendo en práctica su doctrina (cfr. Mt 7, 24-27).
Al
pedirle la Bendición Apostólica, le aseguramos nuestras oraciones a la
Sagrada Familia - Jesús, María y José - para que ilumine a S.S. en esta
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Beatísimo Padre,
En
vista del Sínodo sobre la familia de octubre de 2015, nos dirigimos
filialmente a V.S. para manifestarle nuestras aprensiones y esperanzas
sobre el futuro de la familia.
Nuestras
aprensiones se deben a que, desde hace décadas, asistimos a una
revolución sexual promovida por una alianza de poderosas organizaciones,
fuerzas políticas y medios de comunicación, que atenta paso a paso
contra la existencia misma de la familia como célula básica de la
sociedad. Desde la llamada Revolución del 68 padecemos una imposición
gradual y sistemática de costumbres morales contrarias a la ley natural y
divina, tan implacable que hace hoy posible, por ejemplo, que se enseñe
en muchos lugares la aberrante “ideología del género” aún en la tierna
infancia.
Ante
ese oscuro designio ideológico, la enseñanza católica sobre el Sexto
Mandamiento de la Ley de Dios es como una antorcha encendida que atrae
numerosas personas - agobiadas por la propaganda hedonista - al modelo
casto y fecundo de familia predicado por el Evangelio y conforme al
orden natural.
Santidad,
a raíz de las informaciones difundidas por ocasión del pasado Sínodo,
constatamos con dolor que, para millones de fieles, la luz de esa
antorcha pareció vacilar por causa de los vientos malsanos de estilos de
vida propagados por lobbies anticristianos. En efecto, constatamos una
generalizada desorientación causada por la eventualidad de que en el
seno de la Iglesia se haya abierto una brecha que permita la aceptación
del adulterio – mediante la admisión a la Eucaristía de parejas
divorciadas vueltas a casar civilmente – e, incluso, una virtual
aceptación de las propias uniones homosexuales, prácticas éstas
categóricamente condenadas como contrarias a la ley divina y natural.
De esta desorientación brota paradójicamente nuestra esperanza.
Sí,
pues en esta situación una esclarecedora palabra vuestra será la única
vía para superar la creciente confusión entre los fieles. Ella impediría
que se relativice la misma enseñanza de Jesucristo y disiparía las
tinieblas que se proyectan sobre el futuro de nuestros hijos, si esa
antorcha dejase de iluminarles el camino.
Esta
palabra, Santo Padre, os la imploramos con corazón devoto por todo lo
que sois y representáis, seguros que ella jamás podrá disociar la
práctica pastoral de la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios,
porque esto sólo aumentaría la confusión. Jesús nos ha enseñado, en
efecto, con toda claridad la coherencia que debe existir entre la verdad
y la vida (cfr. Jn 14, 6-7) así como nos ha advertido que el único modo
de no sucumbir es poniendo en práctica su doctrina (cfr. Mt 7, 24-27).
Al
pedirle la Bendición Apostólica, le aseguramos nuestras oraciones a la
Sagrada Familia - Jesús, María y José - para que ilumine a S.S. en esta
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En
vista del Sínodo sobre la familia de octubre de 2015, nos dirigimos
filialmente a V.S. para manifestarle nuestras aprensiones y esperanzas
sobre el futuro de la familia.
Nuestras
aprensiones se deben a que, desde hace décadas, asistimos a una
revolución sexual promovida por una alianza de poderosas organizaciones,
fuerzas políticas y medios de comunicación, que atenta paso a paso
contra la existencia misma de la familia como célula básica de la
sociedad. Desde la llamada Revolución del 68 padecemos una imposición
gradual y sistemática de costumbres morales contrarias a la ley natural y
divina, tan implacable que hace hoy posible, por ejemplo, que se enseñe
en muchos lugares la aberrante “ideología del género” aún en la tierna
infancia.
Ante
ese oscuro designio ideológico, la enseñanza católica sobre el Sexto
Mandamiento de la Ley de Dios es como una antorcha encendida que atrae
numerosas personas - agobiadas por la propaganda hedonista - al modelo
casto y fecundo de familia predicado por el Evangelio y conforme al
orden natural.
Santidad,
a raíz de las informaciones difundidas por ocasión del pasado Sínodo,
constatamos con dolor que, para millones de fieles, la luz de esa
antorcha pareció vacilar por causa de los vientos malsanos de estilos de
vida propagados por lobbies anticristianos. En efecto, constatamos una
generalizada desorientación causada por la eventualidad de que en el
seno de la Iglesia se haya abierto una brecha que permita la aceptación
del adulterio – mediante la admisión a la Eucaristía de parejas
divorciadas vueltas a casar civilmente – e, incluso, una virtual
aceptación de las propias uniones homosexuales, prácticas éstas
categóricamente condenadas como contrarias a la ley divina y natural.
De esta desorientación brota paradójicamente nuestra esperanza.
Sí,
pues en esta situación una esclarecedora palabra vuestra será la única
vía para superar la creciente confusión entre los fieles. Ella impediría
que se relativice la misma enseñanza de Jesucristo y disiparía las
tinieblas que se proyectan sobre el futuro de nuestros hijos, si esa
antorcha dejase de iluminarles el camino.
Esta
palabra, Santo Padre, os la imploramos con corazón devoto por todo lo
que sois y representáis, seguros que ella jamás podrá disociar la
práctica pastoral de la enseñanza legada por Jesucristo y sus vicarios,
porque esto sólo aumentaría la confusión. Jesús nos ha enseñado, en
efecto, con toda claridad la coherencia que debe existir entre la verdad
y la vida (cfr. Jn 14, 6-7) así como nos ha advertido que el único modo
de no sucumbir es poniendo en práctica su doctrina (cfr. Mt 7, 24-27).
Al
pedirle la Bendición Apostólica, le aseguramos nuestras oraciones a la
Sagrada Familia - Jesús, María y José - para que ilumine a S.S. en esta
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