sábado, 13 de noviembre de 2010

Incluso de los que están de paso.


Tú obras fielmente, al ponerte al servicio de tus hermanos, incluso de los que están de paso”. Epístola III de San Juan 1,5-8

En el camino, a veces encontramos otros peregrinos que están de paso, y han quedado lastimados o golpeados por los hombres y la vida, como el pobre encontrado por el samaritano.

Esos que están de paso, son nuestro prójimo. Acercarnos, ayudarlos; amarlos es deber para el cristiano.

Pero dentro de cada hombre encontrado en el camino hay una incógnita: ¿cómo reaccionarán a nuestra ayuda? Dentro del ser humano existe una oscuridad impenetrable para sus semejantes, que hace que en la práctica, no sepamos a quién estamos ayudando, ni cómo reaccionará.

Sin embargo, en algún momento el modo de cada uno se pone de manifiesto, pues para el que desea amar a su prójimo, se cumple la escritura: Para los buenos brilla una luz en las tinieblas : es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo: Salmo 112(111),1-2.3-4.5-6. Es el propio Dios quien a su debido tiempo revela la naturaleza de quien estamos ayudando.

¿El pobre socorrido por el buen samaritano, habrá agradecido? O si no pudo hacerlo con quien correspondía, ¿lo habrá hecho con otro, ayudándolo a su vez?1

¡Para un peregrino, es todo un humano desafío vaciar sus alforjas y entregarlas a un desconocido!

El Señor nos enseña también que ante cualquier falta del hermano, en este caso, el desagradecido, debemos perdonar setenta veces siete. ¡Ved cuán difícil es ser peregrino en camino hacia la Tierra de los Vivientes!

A veces la marcha por el camino semeja una tarea de titanes, más allá de nuestras fuerzas. A veces a quienes ayudamos, una vez restablecidos, nos tratan de soberbios, o de enfermos paranoicos, como resultado de nuestras acciones.

Otras veces, al contrario, nos devuelven el ciento por uno, inesperadamente.

Más allá de los sentimientos humanos de frustración, desencanto o bien de grata emoción por la retribución no esperada, un peregrino experimentado no deberá perder de vista jamás el fin del Camino.

Allí se cumplirá también la escritura:”Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" San Lucas 18,1-8.

En definitiva, como ya resultará evidente, nada puede un peregrino sin la Fe.
Sí, sin la Fe, pero también las obras.

1Al respecto, véase el tema de la culpa y el perdón en: Romano Guardini Ética,Apartado tercero, Cap. III, ED. BAC

No hay comentarios:

Publicar un comentario