Para un peregrino, lo peor que le puede pasar es sufrir un espejismo, experimentar un camino paralelo, llegar a un trecho de piso cenagoso que le impida avanzar.
Al contrario, un peregrino necesita un piso firme en su sendero, para caminar su jornada con el corazón pleno.
El aire, la suavidad del pasto, la fronda de los árboles, las huellas de aquellos que ya pasaron por allí, el rumor del viento, todo nos habla del Dios que sostiene la realidad por medio de un simple acto: pensarnos.
Hubo un peregrino que se ocupó como nadie de estas cuestiones.
En las palabras de Su Santidad, yo también quiero rendirle homenaje a quien fuera su maestro buscando la Verdad desde su sendero.
Lo que sigue es un extracto de la alocución papal en la Fundación Romano Guardini:
En el discurso de agradecimiento con ocasión de la celebración de su 80 cumpleaños, en febrero de 1965 en la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich, Guardini describe la tarea de su vida, como él la entendía, como un modo “de interrogarse, en un continuo intercambio espiritual, qué significa una Weltanschauung cristiana" (Stationen und Rückblicke, S. 41). La visión, esta mirada conjunta sobre el mundo, fue para Guardini no una mirada desde el exterior como de un mero objeto de investigación. Él no pretendía tampoco la perspectiva de la historia del espíritu, que examina y pondera cuanto otros han dicho o escrito sobre la forma religiosa de una época. Todos estos puntos de vista eran insuficientes según Guardini. En los apuntes sobre su vida, él afirmaba: “Lo que inmediatamente me interesaba no era la cuestión de lo que alguien dijera sobre la verdad cristiana, sino de qué es lo verdadero" (Berichte über mein Leben, S. 24). Y era este planteamiento de su enseñanza lo que nos impresionó a nosotros los jóvenes, porque nosotros no queríamos conocer un “espectáculo pirotécnico” de las opiniones existentes dentro o fuera de la Cristiandad: nosotros queríamos conocer lo que es. Y allí estaba uno que sin temor y, al mismo tiempo, con toda la seriedad del pensamiento crítico, planteaba esta cuestión y nos ayudaba a pensar juntos. Guardini no quería saber una o muchas cosas, él aspiraba a la verdad de Dios y a la verdad sobre el hombre. El instrumento para acercarse a esta verdad era para él la Weltanschauung – como se la llamaba en aquel tiempo – que se realiza en un intercambio vivo con el mundo y con los hombres. Lo específico cristiano consiste en el hecho de que el hombre se sabe en una relación con Dios que lo precede y a la cual no puede sustraerse. No es nuestro pensar el principio que establece la medida de las cosas, sino Dios que supera nuestra medida y que no puede ser reducido a entidad alguna creada por nosotros. Dios se revela a sí mismo como la verdad, pero esta no es abstracta, sino al contrario, se encuentra en lo concreto-viviente, en fin, en la forma de Jesucristo. Quien sin embargo quiere ver a Jesús, la verdad, debe “invertir la marcha”, debe salir de la autonomía del pensamiento arbitrario hacia la disposición a la escucha, que acoge lo que es.
¡Qué golpe a la auto determinación contemporánea! ¡Qué ariete contra aquellos que piensan que la Verdad revelada va tomando diversas formas culturales de acuerdo a la época!
De cómo la santidad de pocos peregrinos, puede cambiar el mundo. Así sea.
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